·
COMENTARIOS DE MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ C.
1.
Una gran oportunidad para
conocer la teología luterana y profundizar en la teología hispana.
2.
Para mí, el libro se ubica
dentro de la teología latinoamericana: en la “teología hispana de la
liberación”. Esta catalogación obedece al aporte, tanto metodológico
como temático del libro. Un libro que “huele” a realidad, a calle, a
pueblo, a encarnación; donde los llamados “sujetos emergentes” son
los principales protagonistas: los excluidos por razón de su raza, sexo,
color, religión, preferencia sexual, ideológica o política. Resaltando
el papel de sus profetas y sus mártires.
3.
Toda esta realidad aparece
como pre-texto para la lectura del evangelio en “clave emancipatoria”,
donde la clave de lectura de los relatos y las parábolas permite la
epifanía de su potencial liberador. Es la síntesis metodológica entre
“el libro de la Biblia” y “el libro de la vida”, entre “la
Palabra de Dios escrita” y “la Palabra de Dios acontecida”.
Estos elementos son básicos, pero son elementos en los
que hay que insistir, particularmente en el contexto hegemónico del
cristianismo imperial, no sólo de tipo “romano o romanizante”, sino
también de tipo “estadunidense”.
4.
Algo que me parece muy
importante en esta perspectiva liberadora es que está hecha desde los
elementos de la identidad luterana, y quiero señalar: La catolicidad.
Es de resaltar la “catolicidad” entendida como “la plenitud de la
fe de la iglesia universal: la fe apostólica, de estructura trinitaria,
contenido evangélico y énfasis cristocéntrico”. “No en continuidad
formal y jurídica... sino con una tradición viva, dinámica y dialéctica,
que se va enriqueciendo a través de la historia”. (p. 73).
Esto
propone una ruptura conceptual y existencial para el cristianismo, y no
digamos para los, en este sentido, erróneamente llamados “católicos”.
Lo
anterior está en estrecha relación con el concepto de catolicidad de
Hans Küng: católicos son los interesados en la comunidad, en continuidad
y la universalidad de la fe, a pesar de todas las rupturas. Al mismo
tiempo, para Küng el término “evangélico”, es quien hace referencia
al evangelio de Jesucristo para orientar el sentido de su vida. Católico
y evangélico son términos complementarios, no excluyentes.
Y
en la perspectiva luterana me parece excelente la frase de Lutero, de las
pp. 58 y 59: “Allí donde tú oyeres tal Palabra (de Dios) o la vieres
predicar, creer, confesar y obrar de acuerdo con ella, no tengas duda
alguna de que allí ha de estar una verdadera Ecclesia sancta catholica y
gente cristiana y santa ... aunque solo haya algunos pocos reunidos”.
Muy bien se apuntan desafíos como: “el abuso e injusticia de los
grupos sociales dominantes”, que repudian la diversidad y “las
divisiones históricas de la iglesia cristiana”; la opresión contra
grupos humanos por su raza, sexo, religión, etcétera; el sectarismo
denominacional y el docetismo eclesiástico, que no reconoce las
divisiones como resultado del pecado contra la unidad de la Iglesia.
Me llama también la atención, la objetividad con la que se habla de la
realidad de la Iglesia luterana: entre ambigüedades, criterios económicos
que obstaculizan los criterios pastorales, etc. Y al respecto me parece
también muy aleccionadora esta cita de Lutero:
Quien
quiera ver a la Iglesia existiendo en una paz de quietud, enteramente sin
cruces, sin herejía, y sin fracciones, nunca la habrá de ver de esta
manera, de otro modo estaría confundiendo a la Iglesia verdadera con la
falsa Iglesia del diablo.
Y coincido con la apreciación del autor, quien siguiendo a Lutero señala
que “la comunicación del evangelio seguirá trayendo conflictos, y si
van dirigidos a la unidad de la Iglesia, el conflicto no solo será terapéutico,
sino parte también del testimonio de la ortodoxia de la comunión de
creyentes” (p. 69).
Otro elemento que me parece muy iluminador el del “mestizaje”
hispano, el cuál puede ser o es un modelo para la unidad, en la
diversidad. Como en la genealogía de Jesús en Mateo, dentro de nuestra
historia sociocultural como pueblos conquistados o colonizados, han
existido casos de abuso que ha sufrido el pueblo, particularmente los
abusos sexuales contra las mujeres . En ese sentido el mestizaje no es
algo que nos avergüence en relación con nuestros antepasados; lo es en
cuanto a la opresión sufrida. Esto nos da en la posibilidad de abrirnos
al otro para hacernos prójimos, ya que finalmente somos “compañeros de
un mismo dolor”, no en un dramatismo conformista, sino en una apertura
solidaria eficaz.
Ese mestizaje está asentado en el Pueblo hispano como SUJETO. Quien toma
en sus manos su destino y asume el papel de protagonista que le
corresponde en la sociedad, con sus capacidades y sus limitaciones.
La doctrina de la justificación en su horizonte socio- histórico: con
apertura a lo social. Ahí se da el verdadero ecumenismo.
|