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    · CALVINO O EL CALVINISMO: RECLAMANDO LA TEOLOGÍA REFORMADA PARA EL CONTEXTO LATINOAMERICANO

(Segunda parte)

Rubén Rosario-Rodríguez

Versión de Rubén J. Arjona y L. Cervantes-Ortiz

 

LA VOCACIÓN PROFÉTICA DEL PASTOR EN LA SOCIEDAD CIVIL

La mayoría de los creyentes son llamados a ser sujetos obedientes y a hacer de la paciencia y la oración su único recurso de resistencia política. Un pequeño grupo, el de los magistrados, es responsable de la administración justa de la sociedad humana y para ello ha recibido el poder correspondiente. Sin embargo, no debemos olvidar que un grupo aún más pequeño ha sido llamado a ejercer el poder que está sobre todos: la Palabra de Dios. Juan Calvino le atribuye a la predicación un lugar supremo en el ministerio de la iglesia y, desde el púlpito, los pastores pueden ejercer gran influencia en la construcción de la vida en la iglesia y en la sociedad.

La Institución de la Religión Cristiana comienza con una declaración filosófica: "Casi toda la suma de nuestra sabiduría, que de veras se deba tener por verdadera y sólida sabiduría, consiste en dos puntos: a saber, en el conocimiento que el hombre debe tener de Dios, y en el conocimiento que debe tener de sí mismo".49 Al explorar este punto, Calvino concluye "es cosa evidente que el hombre nunca jamás llega al conocimiento de sí mismo, si primero no contempla el rostro de Dios y, después de haberlo contemplado, desciende a considerarse a sí mismo."50 Cualquier conocimiento de Dios que obtengamos de la naturaleza es distorsionado por el pecado humano; el verdadero conocimiento de Dios puede encontrarse sólo en las Escrituras. Este conocimiento siempre estará mediado por Cristo: "Por eso para suprimir toda diferencia y reconciliarnos enteramente con Él, poniendo delante la expiación que Jesucristo logró con su muerte, borra y destruye cuanta maldad hay en nosotros, para que aparezcamos justos y santos en su acatamiento en vez de manchados e impuros como antes."51 Es en la Escritura que encontramos el rostro divino, y a través de la acción interna del Espíritu Santo, recibimos el conocimiento salvífico de Dios:

Porque como los viejos o los lacrimosos o los que tienen cualquier otra enfermedad de los ojos, si les ponen delante un hermoso libro de bonita letra, aunque vean que hay algo escrito no pueden leer dos palabras, mas poniéndose anteojos comienza a leer claramente, de la misma manera la Escritura, recogiendo en nuestro entendimiento el conocimiento de Dios, que de otra manera sería confuso,  y deshaciendo la oscuridad, nos muestra muy a las claras al verdadero Dios. Por tanto es singular don de Dios que, para enseñar a la Iglesia, no solamente se sirva Él de maestros mudos, como son sus obras, de las que hemos hablado, sino que también tenga a bien abrir su sagrada boca”.52

Si como las Escrituras afirman, la Palabra de Dios es revelada por medio de la predicación, debemos entonces aceptar como la voluntad de Dios que hoy la Palabra se escuche de la misma manera, es decir “por medio de la palabra de un hombre, un predicador de la Palabra, llamado y designado por Dios para esta tarea."53 

Aunque la teología de Calvino fue influida por factores sociales, políticos y culturales, su perspectiva es generalmente descrita como una teología bíblica en tanto que busca hacer una exégesis rigurosa del mensaje de la Escritura: "Es bien sabido que Calvino compartía la convicción protestante del siglo XVI de ser un fiel maestro de la Escritura y evitar cualquier invención humana".54 Así pues, cuando la teología práctica de Calvino trata un asunto de justicia social y equidad económica, puede asumirse que este tema es esencial al mensaje bíblico. En su extenso comentario al Salmo 82:3, la visión de Calvino en torno a la pobreza coincide con la demanda de la teología de la liberación de hacer de la iglesia abogado a favor de los pobres e indefensos:

Aquí se nos enseña brevemente que un gobierno justo y bien regulado se distinguirá por su capacidad de mantener los derechos de los pobres y afligidos. Por medio de una sinécdoque, una parte de la administración es puesta por toda ella; pues no puede dudarse que los gobernantes deben observar justicia hacia todos los hombres sin distinción alguna. Por ello el profeta, con gran propiedad, se refiere a ellos como defensores de los miserables y oprimidos... El fin, pues, para el cual los jueces tienen la espada es para reprimir a los pecadores y así evitar la violencia que permanece entre los hombres que siempre están dispuestos al desorden y la extravagancia... Por todo esto queda muy claro por qué la causa de los pobres y necesitados es encomendada a los gobernantes; pues aquellos que son presas fáciles de la crueldad y maldad de los ricos no tienen menos necesidad de la ayuda y protección de los magistrados que aquella ayuda que un enfermo recibe del médico. Si la verdad estuviera profundamente arraigada en las mentes de los reyes y los jueces, que han sido puestos como guardianes de los pobres, y que una importante parte de esta responsabilidad consiste en reprimir los hechos perversos que se dirigen en contra de ellos, y en la represión de cualquier violencia injusta, la justicia perfecta sería victoriosa en todo el mundo.55

Si bien hay diferencias cruciales entre la "opción preferencial por los pobres" de la teología de la liberación y la visión bíblica de Calvino en torno a la "justicia perfecta" —tal vez porque el siglo XVI y el siglo XXI han trabajado con nociones sustancialmente distintas de lo que significa una sociedad humana "justa"— también es cierto que ambas comparten "lugares comunes" pues su perspectiva de justicia se origina en los mundos del Antiguo y el Nuevo Testamento.

Mientras que la teología de la liberación lucha por alcanzar un verdadero orden social igualitario, Calvino acepta una rígida jerarquía social en la que la mayoría son llamados a ser sujetos obedientes y un pequeño grupo de elegidos son llamados a ser gobernantes benévolos. Y mientras que algunas teologías de la liberación han llegado al punto de defender la violencia revolucionaria como un medio para superar la opresión, Calvino ofrece poco consejo práctica en qué hacer cuando los que no tienen el poder sufren a causa de la infidelidad de los gobernantes a las tareas establecidas por Dios. Tal vez por ello Mark Taylor está en lo correcto cuando sugiere que hay "un error profundo en la base del sistema calvinista de piedad social" que equipara a la justicia social con el "buen orden" y, por lo tanto, excluye a aquellos que están fuera del "orden dominante de las cosas".56 Sin embargo, no se puede negar que en la Ginebra del siglo XVI los pobres estuvieron al frente de las preocupaciones de Calvino al ordenar la vida política y eclesial. Si bien resulta tentador identificar algunos intentos sistemáticos por construir y perpetuar algunas estructuras sociales con sospecha postmoderna, la teología reformada contemporánea debe recordar que a pesar de una mente enfocada al orden (will-to-order), Juan Calvino no evade la demanda de la Escritura de buscar la justicia aunque esto implique para nosotros un alto costo. Un análisis de cómo la Palabra de Dios —principalmente por medio de la predicación profética— exhorta, juzga y continuamente reforma la vida pública a favor de los pobres e indefensos, constituye un antídoto a las manifestaciones más "represivas" de la tradición reformada.

La comprensión de Juan Calvino en torno a la predicación comienza con un exhaustivo trabajo exegético  del Antiguo Testamento, subrayando particularmente a los profetas que hablan con la voz y autoridad de Dios: "La palabra que sale de la boca de Dios sale de igual forma de la boca de los hombres; pues Dios no habla abiertamente desde el cielo,  pero se sirve de los hombres como sus instrumentos para que por medio de ellos su voluntad sea conocida".57 La predicación es tan vital para la iglesia que "nosotros debemos ser afectados por ella, siempre que él (Dios) hable por medio de sus siervos, como si estuviera cerca de nosotros, cara a cara".58 La predicación tiene un propósito doble, por un lado, revelar la voluntad de Dios y, por el otro, proveer una oportunidad para que los creyentes demuestren su obediencia:

Y del mismo modo que no envió ángeles al pueblo antiguo, sino que les suscitó doctores que hiciesen de verdad entre ellos el oficio de ángeles, así también ahora Él nos quiere enseñar por medio de otros hombres. Y como entonces no se contentó con sola la Ley, sino que puso a los sacerdotes e intérpretes de la misma, por cuya boca el pueblo conocía el verdadero sentido de la Ley; así ahora no sólo quiere que cada uno la lea atentamente en particular, sino que también nos da maestros y expositores que nos ayuden a entenderla. Todo esto nos reporta un doble provecho, pues por una parte es un buen modo de probar la docilidad de nuestra fe, al escuchar a sus ministros como si fuese Él mismo quien hablase; y por otra, tiene en cuenta nuestra flaqueza al hablar con nosotros por medio de intérpretes que son hombres como nosotros, y así atraernos, en lugar de tronar en su majestad y hacernos huir de Él.59

Un punto central de la eclesiología de Calvino es que hemos sido llamados a vivir en comunidad como un cuerpo, nutridos por la iglesia madre a través de la predicación de la Palabra y en obediencia fiel a aquellos que han sido llamados a dirigir a la iglesia.

Si bien afirma el sacerdocio de los creyentes, Calvino reconoce que hay distintas vocaciones en el cuerpo y enfatiza, por lo tanto, la importancia de la predicación. Sin embargo, es pronto en recordar a los pastores —tal vez para mantenerlos humildes— que sólo por la intervención del Espíritu la palabra del predicador se convierte en Palabra de Dios (lo mismo se dice en relación a la receptividad del oyente), pues “cuando Dios se separa de sus ministros, nada permanece en ellos”.60

Así pues, Cristo es quien habla por medio de la predicación, y la predicación, el medio por medio del cual Cristo gobierna a la iglesia. En las palabras del apóstol Pablo, “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Romanos 10:14-15 VRV).

En su comentario a la frase del profeta Isaías, “y puso mi boca como espada aguda” (Isaías 49:2, VRV), Calvino afirma que Cristo ha “sido puesto por el Padre, no para gobernar al estilo de los príncipes... pero toda su autoridad consiste en la doctrina, in la predicación de aquello que él desea que sea cosechado y reconocido; pues en ninguna otra parte él será hallado”.61 Jesucristo, por medio de sus ministros en la tierra, ejerce el poder y la autoridad sobre la iglesia y el mundo. Y, sin embargo, “para la iglesia la espada puesta en nuestras manos es de otro tipo, es la de la palabra y el Espíritu”.62 Al recordar la discusión de Calvino en torno al gobierno civil, específicamente a su afirmación de que el poder de la espada es otorgado (por Dios) a los gobiernos temporales a causa del pecado humano llegaremos a la conclusión de que “la iglesia no tiene el poder de ejercer coerción, y no debería buscarla (estoy hablando de coerción civil), pues es la responsabilidad de los reyes y príncipes piadosos sostener la religión por medio de leyes, edictos y juicios.”63

La espada de Cristo es la Palabra predicada, su cetro es el Evangelio. Por ello no debe sorprendernos que la predicación estaba en el centro de las actividades de Calvino en Ginebra. Su ardua y prolongada relación con el Consejo y el Consistorio de Ginebra sirve de modelo para visualizar cómo la iglesia porta la espada espiritual. Del sucesor de Calvino en Ginebra, Teodoro Beza, percibimos el tenor de Calvino como pastor y maestro:

Además de predicar todos los días de semana a semana, usualmente y tan frecuentemente como le era posible, predicaba dos veces los domingos; daba clases de teología tres veces a la semana, compartía reflexiones en el consistorio y dictaba una conferencia entera en la Escritura. Este programa lo siguió sin interrupción todos los días hasta su muerte inclusive en su período de extrema enfermedad.64

Juan Calvino sirvió a una parroquia mucho más grande que la mayoría de iglesia modernas y con un horario de predicaciones mucho más demandante. Además de sus responsabilidades en la predicación, Calvino también instituyó “congregaciones” semanales para los demás ministros de Ginebra, esto con el propósito de proveer instrucción en la exégesis de la Escritura y en la doctrina:

...será necesario que todos los ministros, a fin de conservar la pureza y la unidad en torno a la doctrina entre ellos mismos, se reúnan un día de la semana para la discusión de las Escrituras; nadie debe eximirse de esto sin una excusa legítima... En relación a aquellos que predican en las villas, a lo largo del territorio, serán exhortados a venir tan frecuentemente como les sea posible.65

Los frutos de su trabajo permanecen en la forma de la Institución en sus varias ediciones, comentarios en casi todos los libros de la Biblia, numerosos tratado teológicos, correspondencia pastoral y cuarenta y cuatro volúmenes de sermones. Más de 2,000 sermones fueron escritos a manos, principalmente por Denis Raguenier, un escriba profesional contratado en 1549. Sin embargo, los estudiosos en la materia firman que Juan Calvino predicó más de 4,000 sermones en su vida.

Indudablemente, durante su largo caminar, la predicación de Calvino constituyó un desafío a los políticos ginebrinos. 

De hecho, Calvino (junto con sus asociados Farel y Couralt) fue expulsado de Ginebra por combinar la política y la religión. En marzo de 1538 Calvino fue amonestado por referirse al Consejo de la ciudad como “un consejo del demonio”, y él y Farel recibieron la orden de no “inmiscuirse en las funciones públicas.”66 A lo largo de la carrera de Calvino en Ginebra sus luchas con el Consejo se centraron en el asunto de la independencia de la iglesia del gobierno temporal, específicamente en lo relacionado a la prohibición y readmisión a la Cena del Señor. Durante sus primeros años, antes del exilio de 1538, Calvino era inflexible en requerir que todos los ciudadanos de Ginebra juraran una confesión de fe escrita por Farel. El registro del Consejo contiene evidencia de la negativa de los ciudadanos y numerosas menciones de los esfuerzos que se hicieron para persuadir a la gente a aceptar la confesión. Pero fue en 1538 cuando Calvino y sus colegas pastorales llevaron el asunto al clímax cuando decidieron negar la Cena del Señor a todos aquellos que no suscribieran la confesión. El Consejo se mantuvo firme en contra del derecho unilateral de los pastores de emitir prohibiciones y, en consecuencia, decidió imponer reformas litúrgicas sin informar a Calvino, Farel y Corault, solicitando que éstos celebraran el sacramento en la mañana del domingo de Resurrección de acuerdo con el nuevo orden. Si los pastores se hubieran negado se les hubiera prohibido que predicaran en la mañana de Resurrección.

Calvino y sus colegas se negaron y procedieron a explicar en sus predicaciones por qué administrar el sacramento bajo estas condiciones lo hubiera profanado. Por esto el Consejo despidió a los tres predicadores y les ordenó que abandonaran la ciudad en un lapso de tres días. 

Tiempo después, tras los cambios en el clima político, Calvino fue llamado a Ginebra como predicador. En 1541 regresó a Ginebra para continuar con sus luchas por la reforma eclesiástica y política, firme en su convicción de que sólo la iglesia tiene el derecho de la excomunión. Sus nuevas Ordenanzas Eclesiásticas (1541) instituyeron la elección de un consistorio integrado por pastores y laicos, y cuyas funciones incluían mantener la pureza de la iglesia: 

Los ancianos, como ya se dijo, deben reunirse una vez a la semana con los ministros, es decir en la mañana del jueves, para ver que no halla desorden en la iglesia y para discutir los remedios necesarios. En virtud de que no tienen autoridad o jurisdicción, esperamos que los magistrados se sirvan instruir a alguno de sus oficiales para llamar a cuentas a aquel que quieran amonestar. Si alguien se rehúsa a comparecer, entonces deberán informar a los magistrados para e oportuno remedio.67

Sin embargo, las ordenanzas no clarifican quién en realidad tiene el poder de excomulgar y readmitir –el Consistorio o el Consejo. Eventualmente Calvino obtuvo la aprobación de su orden eclesial, pero antes de ello se hicieron importantes cambios al texto de Calvino.

Uno de estos cambios fue el artículo adicional insertado en torno al derecho del Consistorio de ejercer la prohibición:  

Todo esto deberá ser de tal forma en que los ministros no tengan jurisdicción civil y que tampoco utilicen nada sino la espada espiritual de la Palabra de Dios, tal y como Pablo les encomienda; el Consistorio tampoco debe derogar nada de la autoridad de los Señores o de la justicia ordinaria. El poder civil deberá permanecer inalterado. Aun cuando halla necesidad de imponer algún castigo u obligación, los ministros con el Consistorio, después de haber escuchado a las partes y haber empleado las exhortaciones y amonestaciones que convinieren, deben reportar el caso completo al Consejo para que éste emita la sentencia y el juicio de acuerdo con las necesidades del caso.68

La lucha sobre el poder de readmitir a los miembros a la Cena del Señor continuó por muchos años. El Consistorio prohibía a alguien la Cena y lo mandaba al Consejo para recibir su sentencia civil. El Consejo a su vez escuchaba el reporte del Consistorio, declaraba la sentencia y la multa y asumí que automáticamente la persona sería admitida a la comunión con la iglesia. Calvino y los demás pastores disintieron argumentado que los excomulgados deberían presentarse otra vez ante el consistorio para percatarse del genuino arrepentimiento. Entonces, y sólo entonces, serían readmitidos a la Cena, sin importar en esto la decisión de la corte civil.

Juan Calvino enfrentó gran oposición sobre el derecho a emitir prohibiciones, y en esto y otros asuntos el Consejo cuestionó el contenido de su predicación en numerosas ocasiones porque “con gran cólera (él) predicó que el magisterio permite muchas insolencias.

Calvino recibió la orden de presentarse ante el Consejo para explicar sus predicaciones y para remitir las presuntas insolencias a la autoridad a fin de proceder a hacer justicia.”69 La lucha de Calvino por establecer la independencia de la iglesia del Consejo es un ejemplo de cómo él empleó la predicación como un medio para promover la reforma social. En su vocación como pastor y maestro Calvino aceptó que la iglesia tiene algunas obligaciones hacia el estado.

Primero, los cristianos deben orar por el gobierno civil y someterse a su legítima autoridad. Nunca, a lo largo de sus muchos desacuerdos con las autoridades civiles de Ginebra, Calvino aprobó la rebelión. (aunque, como se ha demostrado, Calvino permite la posibilidad remota de una rebelión legítima en contra de gobiernos represivos, pero sólo cuando tal resistencia es encabezada por los magistrados menores cuya función es proteger las libertades del pueblo.)

En segundo lugar, la iglesia tiene el deber de animar al estado a defender a los pobres e indefensos de los ricos y poderosos. La iglesia de Ginebra luchó en contra de la usura, el desempleo, la enfermedad y toda forma de injusticia económica , en gran parte porque Juan Calvino predicó el Evangelio sin diluir su mensaje. En virtud de que los magistrados, como cualquier otro miembro del cuerpo de Cristo, están sujetos a la enseñanza y disciplina de la iglesia, hay una clara expectativa de que sus políticas públicas sean criticadas desde el púlpito: “La opresión emite un grito suficientemente fuerte; y si el juez, sentado en la torre, se hace el que no oye, es amonestado de que tal complicidad no escapará impunemente”.70

Finalmente, la iglesia debe amonestar al estado cuando actúa injustamente. 

Del profeta Amós (un favorito de los teólogos de la liberación), que dice, “Oíd esto, los que explotáis a los menesterosos, y arruináis a los pobres de la tierra, no me olvidaré jamás de todas sus obras” (Amós 8:4, 7, VRV), Calvino comenta:

Pero como la mayor culpa la tienen los líderes, esta es la razón por la que los profetas los trataron con dureza y severidad: mucha de la gente común se desvía por torpezas o ignorancias o porque son llevados por otros, pero los que gobiernan pervierten lo que es justo y derecho, y luego se convierten en los que originan todo tipo de libertinaje. No debe sorprendernos que el Señor por medio de sus profetas se dirija tan duramente en contra de ellos. 

El ministro, como la “boca de Dios”, debe hablar en contra de toda injusticia y exhortar a los magistrados a desarrollar con equidad y misericordia las tareas dadas por Dios. Calvino demuestra así que quería una iglesia libre del control del estado, no porque él fuera un megalomanía tico queriéndose establecer como “obispo de Ginebra” (tal y como algunos críticos modernos han sugerido), pero por el simple hecho de que —para mantener la pureza de la doctrina— la iglesia necesita la libertad para predicar la Palabra de Dios en criticismo profético hacia el estado.

Calvino portó la espada espiritual con gran finura y logró así persuadir a sus políticos opositores por la verdad y rectitud de la Palabra predicada, siempre bajo la convicción de que ambos, la iglesia y el estado, existen bajo el señorío de Cristo.

LA PRAXIS PASTORAL DE CALVINO

Todo asunto teológico tiene también una dimensión ética. La pregunta teológica (¿quién es Dios?) es inseparable de la pregunta (qué hacer), un punto bien definido por Gustavo Gutiérrez en su libro Teología de la liberación. Perspectivas, considerado el más importante de América Latina en el campo de la teología de la liberación. En esta obra Gutiérrez afirma que la teología (hablar de Dios) constituye un “segundo momento”, es decir, hay un “primer momento” que antecede a cualquier formulación teológica y que tiene que ver con el lenguaje silencioso de la espiritualidad cristiana, la oración, la liturgia y la acción moral. Metodológicamente, la teología de liberación de América Latina parece estar muy lejana al intento inocente de Calvino de escudriñar el texto y “huir de las añadiduras humanas”. Gutiérrez comienza por reconocer el compromiso cultural, político y eclesial del teólogo; además se sirve de las ciencias sociales —interpretaciones de la realidad— para proveerle a la teología de parte de su material básico. Sin embargo, el hecho de que la teología se sirva de elementos extra-bíblicos de análisis no hace que estos métodos sean la fuente de la teología; la teología de la liberación no es lo mismo que marxismo aunque en ocasiones haya empleado el sistema marxista de análisis social. De la misma manera, el hecho de que Calvino hubiera sido influenciado por el humanismo y hubiera empleado sus métodos de interpretación de la Biblia, no reduce su teología bíblico y cristocéntrica a un mero humanismo.

El aspecto más importante de la teología de la liberación es que al formular su teología adopta la perspectiva de los pobres y débiles como punto de partida. Los teólogos de la liberación no se acercan al texto con cierta noción abstracta de una opción preferencial por los pobres que luego identifican con el texto; al contrario, se acercan al texto como los pobres (o como los pastores y teólogos que sirven a los pobres) y encuentran dentro del texto mismo las buenas nuevas para los pobres (Lucas 4:18). La teología de la liberación hace una opción preferencial a favor de los pobres y débiles porque en las Escrituras Dios instituye esta opción preferencial. Gutiérrez identifica tres niveles interrelacionados o dimensiones de la liberación: (1) liberación de las estructuras socioeconómicas opresoras, (2) liberación como transformación personal, y (3) liberación del pecado. Finalmente, sin embargo, reconoce que “sólo la liberación del pecado llega a la fuente de la injusticia social y otras formas de opresión  y nos reconcilia así con Dios y con nuestro prójimo”.73 Si bien Calvino no habla expresamente de liberación en el mismo sentido que Gutiérrez, su ética social enfatiza el imperativo de la equidad en todas las relaciones humanas. Además, ambos acercamientos buscan traer la transformación social por medio del cuidado pastoral y la instrucción. Tanto para Juan Calvino como para Gustavo Gutiérrez la congregación local es el nexo de la moralidad y la educación; desde las raíces la iglesia se encuentra con el contexto cultural para buscar el cambio social mediante un modelo alternativo de vida en comunidad. Gutiérrez insistió en que la iglesia tiene gran poder e influencia en la sociedad y no debe temer usar este poder en beneficio de los pobres y oprimidos.74 Juan Calvino el pastor estaría de acuerdo.

En un sermón sobre 2ª de Samuel 8:9-18, Calvino exhorta a todos los creyentes, no sólo a los magistrados cristianos, “a mantenernos tan firmemente opuestos al mal como podamos. Este mandamiento es dado a todos y no sólo a los príncipes, magistrados y oficiales de la justicia, sino a todos los particulares también”.75 La Escritura deja claro que como cristianos hemos sido llamados a sufrir persecución por la causa de la justicia. Para Calvino dicho sufrimiento es incluso una fuente de gozo, pues “somos muy ingratos si no enfrentamos voluntaria y gozosamente todo lo que la mano del Señor dispone”.76 La perseverancia —especialmente en defensa del inocente— es una virtud importante de la vida cristiana. En la Ginebra de Calvino hubo oportunidades innumerables de sufrir por causa de la justicia.

Ginebra era una ciudad pequeña, con una población estimada de 10,000 en 1537 y de hasta 21,400 en 1560. La primera ola de inmigración  en 1542 ( más o menos 5,000 refugiados franceses que huyeron de la persecución política) generaron crecimiento en la pobreza, el crimen, el desempleo y la xenofobia. Los líderes eclesiásticos y civiles de Ginebra tuvieron que enfrentar las consecuencias de la ruptura con la iglesia romana. Además, el deterioro del orden social medieval generó nuevas realidades culturales, políticas y económicas que ni la iglesia ni el estado estaban preparados para enfrentar.77 En virtud de que la teología de Calvino nació en un contexto de persecución política, pobreza extrema y sufrimiento de los inocentes —una situación social análoga a los esfuerzos liberadores en América Latina— es tentador juzgar la praxis de Calvino de acuerdo con los estándares  actuales de cuidado pastoral. Y aunque las responsabilidades pastorales de Calvino eran altamente demandantes, sus actividades consistían fundamentalmente en la predicación y la enseñanza. Calvino no fue un trabajador social, un activista político o un consejero, trabajos que el pastor contemporáneo tiene que hacer con frecuencia, y, sin embargo, Calvino estuvo íntimamente involucrado en la reorganización del orden eclesial y la liturgia, en la reorganización del orden social de la ciudad para satisfacer las necesidades de los pobres e indefensos, en la defensa de la autonomía de la iglesia de cualquier abuso del gobierno temporal y en mantener la educación religiosa y la pureza doctrinal de los creyentes.

De acuerdo con Calvino, además de la predicación y la enseñanza, el cuidado pastoral es definido en primer lugar como el cuidado de los pobres y los enfermos.

Por ello la iglesia de Ginebra estableció varias instituciones y prácticas encargadas de velar por el bienestar de los enfermos y discapacitados. De estas instituciones la más notables es la del diaconado, establecida por Calvino como un ministerio permanente de la iglesia. Los diáconos constituyen el ministerio de la iglesia al mundo sufriente, son responsables de recaudar y administrar los recursos para este propósito y para el cuidado de los necesitados. En las Ordenanzas eclesiásticas Calvino explica la división del trabajo en el diaconado: “Siempre hubo dos tipos (de diáconos) en la iglesia antigua, los encargados de recibir los bienes para los pobres, no sólo  las limosnas diarias, sino también las posesiones, las rentas y pensiones y, los encargados de atender y cuidar a los enfermos y administrar las partidas para los pobres”.78 El orden en la iglesia de Calvino buscaba además  que  los hospitales públicos adoptaran una organización similar a la de la iglesia  mediante la inclusión de procuradores y capellanes; se pedía además que los pastores supervisaran los programas ciudadanos de bienestar social. Si encontraban que a alguien le faltaba algo debían informar al Consejo para que se tomaran las medidas pertinentes a fin de remediar la situación.

No sólo se proveía para los necesitados de Ginebra. Para poder hacer frente a las necesidades de los refugiados protestantes que abandonaban los dominios católico romanos, fue necesario crear un fondo de ayuda para los extranjeros conocido con el nombre de Bourse francaise.  Aunque las instituciones de beneficencia de Ginebra estaban organizadas para ayudar a aquellos que estaban en un estado de enfermedad o incapacidad y que no tenían forma de ser autosuficientes, la mayoría de la ayuda era temporal y buscaba la independencia de los beneficiados:

Parece ser que la meta de los diáconos era  que los refugiados se recuperaran tanto pronto como fuera posible. Para ello se les proveía de habitación temporal, ayuda por un breve lapso y entrenamiento laboral cuando era necesario. Los diáconos pagaban las herramientas y algunas materias primas para que los artesanos pudieran trabajar... Tales inversiones relativamente modestas podían hacer que la gente fuera independiente con un desembolso menor, y como además se preferían los préstamos y no los donativos, los diáconos podían recuperar parte de los desembolsos.80

Además de estas acciones benefactoras inmediatas, Juan Calvino decretó la obligatoriedad de la educación primara para los niños y niñas de Ginebra, promovió la educación secundaria para niños y niñas y fundó lo que llegó a ser la Universidad de Ginebra.

Sin embargo, los liberacionistas contemporáneos encuentran algunas fallas en las reformas sociales de Calvino. La sección de las Ordenanzas eclesiásticas que se ocupa del ministerio de la iglesia hacia los pobres, termina con una advertencia en contra de la mendicidad pues “es contraria al buen orden”.81 Este énfasis en el “buen orden” ha generado la crítica de que “las denominaciones clasemedieras añaden desarrollan organizaciones sobre organizaciones para satisfacer las necesidades de  los desordenados y desheredados, y lo que en realidad se consigue es reforzar la distancia entre la iglesia clasemediera y las iglesias de los desheredados”.82 Es cierto, la piedad social basada en la teología de Calvino subraya la importancia del buen orden, pero no con  un afán oculto de excluir o marginar a los “desheredados” como Taylor y Wolterstorff sugieren. Más bien, el rígido acercamiento sistemático a la beneficencia social demostrado en el orden eclesial de Calvino es la consecuencia lógica de la implementación voluminosa de reformas sociales  en respuesta a la agitación social y el abundante sufrimiento humano. Un análisis más cuidadoso de la correspondencia de Calvino desenmascara el lado  humano de un ingeniero social anti-mundano (world-repressive) que luchó, frecuentemente sorteando grandes dificultades, por crear condiciones de estabilidad y paz para Ginebra.

La correspondencia de Calvino revela a un pastor que tomó el tiempo para escribirle a prisioneros políticos y refugiados para ofrecerles consuelo, ayuda material, consejo y su voluntad de interceder por ellos ante las autoridades. En 1545, cuando las víctimas francesas de la persecución real  buscaron refugio en Ginebra, Juan Calvino desempeñó un papel crucial en convencer a las autoridades civiles de Ginebra para que éstas no sólo les dieran protección sino les proveyeran medios para la subsistencia.83 La carta a Farel del 4 de mayo de 1545 es otro ejemplo de cómo Calvino asumió la defensa política. En esta carta Calvino pide consejo de cómo ayudar a los protestantes perseguidos de Provenza:

...uno de ellos ha regresado con la triste noticia de que varios pueblos han sido consumidos por el fuego, la mayor parte de los ancianos murieron en el fuego, algunos fueron asesinados a espada, otros fueron abandonados a su suerte, y que tal ha sido la crueldad salvaje de estos perseguidores, que ni siquiera las jovencitas, ni las mujeres embarazadas, ni los bebés fueron perdonados... Al escuchar esta tragedia de muerte, y considerando lo que debe hacerse, pareció bien a los hermanos (ministros de Ginebra) en primer lugar enviar a usted  un mensajero con  una carta para encomendar la causa de todas las iglesias a los ministros y, en segundo lugar, que solicitemos las recomendaciones del Consejo (de la Ciudad de Ginebra) porque nosotros mismos no sabemos con claridad qué medidas tomar. La opinión del Consejo fue que yo personalmente debiera ir a las iglesias suizas (como embajador de la gente de Provenza).

Por lo tanto mañana mismo emprenderé el viaje... Tan pronto como pueda, pediré al Senado que me conceda audiencia ante el Consejo.84

Los esfuerzos de Calvino por liberar a los presos políticos no siempre tuvieron éxito, este es el caso por ejemplo  de los cinco estudiantes de teología presos en Lyons  muertos en  la hoguera en 1553. Sin embargo, sus cartas pastorales no sólo buscaban proveer consuelo a los prisioneros, sino también alabar el testimonio de los mártires protestantes.

Esto se evidencia en una carta de apoyo dirigida a Liner, un comerciante protestantes que hacía esfuerzos por liberar a los cinco prisioneros de Lyons:

Piensa, además, cuántos nobles hermanos glorifican a Dios por lo que estás haciendo; ellos se escandalizarían si alteraras tu camino. Y en cuanto a los peligros que enfrentas, confío que pronto pasarán.

Los hermanos por los que tanto has hecho se sienten de tal manera endeudados contigo, que si estuvieran libres, lejos de traicionarte cobardemente, ellos se expondrían a la muerte misma por tu causa... Mantén el buen ánimo en tu santa tarea, pues en ellas no sólo sirves a Dios y a sus mártires sino también a toda la iglesia.85

Después de leer estas cartas queda claro que para Juan Calvino la vida cristiana no está libre de las luchas y la aflicción. Al contrario, la gracia de Cristo llega a nosotros en medio de las pruebas de la vida, y de esta manera nos permiten perseverar en la fe a pesar de las adversidades y percibir la providencia de Dios en medio de nuestra enfermedad, encarcelamiento e inclusive la muerte. De acuerdo con Calvino la vocación de todos los cristianos es asumir “la protección de los buenos e inocentes en contra de los males de los perversos,” aunque esto nos exponga a  “las ofensas y el odio del mundo que pudieran poner en peligro la vida, nuestros bienes y nuestro honor.”86

CONCLUSIÓN

Los teólogos de la liberación han reconocido desde hace mucho tiempo que toda teología es contextual e inevitablemente entrelazada con los intereses y deseos de una cultura o clase social en particular. La crítica del presbiterianismo brasileño desarrollada por Rubem Alves en Protestantism and Represión describe cómo los líderes de la iglesia negocian la misión de la iglesia a cambio de intereses políticos.

Sin embargo, su análisis ofrece pocos lineamientos prácticos para aquellos protestantes, que dentro del contexto de América Latina, buscan un cristianismo que se involucre social y políticamente. De acuerdo con Alves,  la única manera de combatir al “protestantismo de doctrina-derechista” es abrazando la duda y limitando las afirmaciones teológicas que dicen poseer la verdad: “Aquellos que ya poseen la verdad están predestinados a ser inquisidores. Aquellos que tienen dudas están predestinados a la tolerancia y tal vez a ser quemados en la hoguera. Es por ello que sólo veo una salida. Debemos rechazar consciente y deliberadamente a la verdad y a la certeza antes de que ellos se posesionen de nosotros.”87  Pero hay otra salida... una alternativa a la versión del protestantismo reformado/calvinista dominante de Brasil; para ello es necesario regresar a las fuentes mismas de la tradición.

Se ha demostrado cómo la teología y la práctica pastoral de Calvino buscaron crear una sociedad justa y equitativa fundada en su entendimiento del Evangelio de Jesucristo. Dado que los métodos de Calvino reflejan una  rígida sociedad jerárquica enclavada en el último período de la Europa medieval y los primeros años de la Europa moderna, sus esfuerzos a favor de los pobres y oprimidos pueden parecer paternalistas.

Afortunadamente no todo aspecto del orden instituido por Calvino para la vida de la iglesia y la sociedad es esencial a la teología reformada. Lo que sí es esencial es la fidelidad a la Palabra de Dios cuando se trata de definir la eclesiología y la misionología.

Elsie Anne McKee subraya que la virtud más grande de Calvino fue su determinación de ser fiel a la autoridad única de la Escritura, dejándose instruir por toda ella sin evitar textos inconvenientes. El mensaje que Juan Calvino encuentra en la Escritura es congruente con la afirmación fundamental de la teología de la liberación —que Dios se manifiesta en el mundo a fin de liberar a los pobres y oprimidos, haciendo así que la liberación histórica sea una dimensión necesaria de la salvación— al grado que Calvino entiende la vida cristiana como un llamado a sufrir por la causa de la justicia (Institución 3.8.7).

En la Ginebra del siglo XVI, el llamado de Cristo a ministrar al pobre, al enfermo, al huérfano, a la viuda, al refugiado y al prisionero esta integrado significativamente a la vida de la iglesia y legislado por la ley civil. En la América Latina del siglo XXI, la teología de la liberación puede transformar el carácter del protestantismo  si ayuda a los pastores y a los laicos a redescubrir el compromiso reformado/calvinista de la praxis social transformadora. Así que, aunque siempre habrá que estar conscientes de que la tradición reformada en ocasiones ha empleado su teología para legitimar la opresión, la iglesia debe, sin embargo, abrir brecha valientemente hacia la arena pública, confiados que Calvino ya anduvo ese camino;  pero lo que es más importante, con el conocimiento seguro de que Cristo mismo fue el primero en marcar el camino.


49 Ibid, 1.1.1

50  Ibid, 1.1.2

51  Ibid, 2.16.3

52 Ibid, 1.6.1

53  Ronald S. Wallace, Calvin’s Doctrine of the Word and Sacrament. (Eugene, Wipf and Stock Publishers, 1982, reprint 1997), p. 83.

54 Elsie Anne McKee, “Exegesis, Theology, and Development in Calvin’s Institutions: A Methodological Suggestion,” en Probing the Reformed Tradition: Historical Studies in Honor of Edward A. Dowey, Jr. ed. Elsie Anne Mckee and Brian G. Armstrong (Louisville, Westminster/John Knox Press, 1989), p. 155.

55 Calvin, Calvin’s Commentaries, vol. V, 332 (Psalm 82:3). (60) Calvin, Calvin’s Commentaries, vol. XV, p. 630 (Malachi 4:6).

56 Taylor, “Immanental and Prophetic,” pp. 155-156.

57 Calvin, Calvin’s Commentaries, vol. VIII, p. 172 (Isaiah 55:11).

58  Calvin, Calvin’s Commentaries, vol. XV, p. 343 (Haggai 1:12).

59  Calvin, Institutes 4.1.5.

60 Calvin, Calvin’s Commentaries, vol. XV, p. 630 (Malachi 4:6).

61 Calvin, Calvin’s Commentaries, vol. VIII, p. 9 (Isaiah 49:2).

62 Calvin, Calvin´s Commentaries, vol. VI, p. 316 (Psalm 149:9).

63 Calvin, Institutes 4.11.16.

64 T. Beza, L´historie de la vie et mort de Calvin (1565), OC 21, col. 33, cit. por Cottret, Calvin: A Biography, pp. 288-289.

65 John Calvin, “Draft Ecclesiastical Ordinances (1541),” en John Calvin: Selections from His Writings. Ed. John Dillenberger (Missoula, MT: Scholars Press, 1975), p. 231. Esta práctica se incluyó por primera vez en 1541 y sen mantuvo en las ordenanzas de 1561.

66 Amédée Roget, Historie du people de Geneve, 7 vols. (Geneva, Switzerland: J. Jullien, 1870-83), vol. I, pp. 86-94. Cit. por W. Fred Graham, The Constructive Revolutionary: John Calvin and His Socio-Economic Impact. (Richmond, John Knox Press, 1971), p. 60, descripción precisa de las circunstancias que originaron el exilio de Farel y Calvino tomada directamente de los registros del Consejo.

67 Calvin, “Draft Ecclesiastical Ordinances (1541),”, p. 241.

68 Ibid, p. 242 (nota 21, énfasis añadido).

69 Ibid, cita los Registres du Conseil, May 21, 1548.

70  Calvin, Calvin´s Commentaries, vol. V, 332 (Psalm 82:3).

73 Ibid, xxxviii.

74 Ibid, p. 76.

75 John Calvin, Sermons on 2 Samuel: Chapters 1-13. Trad. Douglas Kelly (Carlisle, The Banner of Truth Trust, 1992), p. 419.

76 Calvin, Institutes 3.8.8.

77 Para un recuento más completo sobre la situación social de Ginebra en el siglo XVI véase Graham, The Constructive Revolutionary, pp. 97-115; Cotrret, Calvin, pp. 157-181; Benedict, Christ´s Churches Purely Reformed, pp. 93-109; y Elsie Ann McKee, Diakonia in the Classical Reformed Tradition and Today. (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing Company, 1989), pp. 47-60.

78 Calvin, “Draft Ecclesiastical Ordinances (1541),” pp. 235-236.

80 Ibid, p. 39.

81 Calvin, “Draft Ecclesiastical Ordinances (1541),” p. 237.

82 Taylor, “Immanental and Prophetic,” p. 156.

83 Para un panorama de la defensa de Calvino a favor de los refugiados franceses véase Graham, The Constructive Revolutionary, pp. 97-115; y Olson, Calvin and Social Welfare, pp. 29-36. Para traducciones de la correspondencia pastoral de Calvino y la defensa a favor de la justicia para las víctimas de la persecución política, véase John Calvin. Writings of Pastoral Piety. Ed. y trad. Elsie Anne McKee (Nueva York, Paulist Press, 2001), pp. 315-332.

84 Calvin, Writings on Pastoral Piety, pp. 317-318.

85 Ibid, p. 323.

86 Calvin, Institutes, 3.8.7.

87  Alves, Protestantism and Repression, p. 206.

La psicologia colectiva