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(Segunda parte) Rubén
Rosario-Rodríguez Versión de Rubén J. Arjona y L. Cervantes-Ortiz LA VOCACIÓN PROFÉTICA DEL PASTOR EN LA SOCIEDAD CIVIL La mayoría de los creyentes son llamados a ser sujetos obedientes y a
hacer de la paciencia y la oración su único recurso de resistencia política.
Un pequeño grupo, el de los magistrados, es responsable de la
administración justa de la sociedad humana y para ello ha recibido el
poder correspondiente. Sin embargo, no debemos olvidar que un grupo aún más
pequeño ha sido llamado a ejercer el poder que está sobre todos: la
Palabra de Dios. Juan Calvino le atribuye a la predicación un lugar
supremo en el ministerio de la iglesia y, desde el púlpito, los pastores
pueden ejercer gran influencia en la construcción de la vida en la
iglesia y en la sociedad. La Institución de la Religión Cristiana comienza con una declaración
filosófica: "Casi toda la suma de nuestra sabiduría, que de veras
se deba tener por verdadera y sólida sabiduría, consiste en dos puntos:
a saber, en el conocimiento que el hombre debe tener de Dios, y en el
conocimiento que debe tener de sí mismo".49
Al explorar este punto, Calvino concluye "es cosa evidente que el
hombre nunca jamás llega al conocimiento de sí mismo, si primero no
contempla el rostro de Dios y, después de haberlo contemplado, desciende
a considerarse a sí mismo."50
Cualquier conocimiento de Dios que obtengamos de la naturaleza es
distorsionado por el pecado humano; el verdadero conocimiento de Dios
puede encontrarse sólo en las Escrituras. Este conocimiento siempre estará
mediado por Cristo: "Por eso para suprimir toda diferencia y
reconciliarnos enteramente con Él, poniendo delante la expiación que
Jesucristo logró con su muerte, borra y destruye cuanta maldad hay en
nosotros, para que aparezcamos justos y santos en su acatamiento en vez de
manchados e impuros como antes."51
Es en la Escritura que encontramos el rostro divino, y a través de la
acción interna del Espíritu Santo, recibimos el conocimiento salvífico
de Dios: Porque como los viejos o los lacrimosos o los que tienen cualquier otra enfermedad de los ojos, si les ponen delante un hermoso libro de bonita letra, aunque vean que hay algo escrito no pueden leer dos palabras, mas poniéndose anteojos comienza a leer claramente, de la misma manera la Escritura, recogiendo en nuestro entendimiento el conocimiento de Dios, que de otra manera sería confuso, y deshaciendo la oscuridad, nos muestra muy a las claras al verdadero Dios. Por tanto es singular don de Dios que, para enseñar a la Iglesia, no solamente se sirva Él de maestros mudos, como son sus obras, de las que hemos hablado, sino que también tenga a bien abrir su sagrada boca”.52 Si como las Escrituras afirman, la Palabra de Dios es revelada por medio
de la predicación, debemos entonces aceptar como la voluntad de Dios que
hoy la Palabra se escuche de la misma manera, es decir “por medio de la
palabra de un hombre, un predicador de la Palabra, llamado y designado por
Dios para esta tarea."53
Aunque la teología de Calvino fue influida por factores sociales, políticos
y culturales, su perspectiva es generalmente descrita como una teología bíblica
en tanto que busca hacer una exégesis rigurosa del mensaje de la
Escritura: "Es bien sabido que Calvino compartía la convicción
protestante del siglo XVI de ser un fiel maestro de la Escritura y evitar
cualquier invención humana".54
Así pues, cuando la teología práctica de Calvino trata un asunto de
justicia social y equidad económica, puede asumirse que este tema es
esencial al mensaje bíblico. En su extenso comentario al Salmo 82:3, la
visión de Calvino en torno a la pobreza coincide con la demanda de la
teología de la liberación de hacer de la iglesia abogado a favor de los
pobres e indefensos: Aquí se nos enseña brevemente que un gobierno justo y bien regulado se
distinguirá por su capacidad de mantener los derechos de los pobres y
afligidos. Por medio de una sinécdoque, una parte de la administración
es puesta por toda ella; pues no puede dudarse que los gobernantes deben
observar justicia hacia todos los hombres sin distinción alguna. Por ello
el profeta, con gran propiedad, se refiere a ellos como defensores de los
miserables y oprimidos... El fin, pues, para el cual los jueces tienen la
espada es para reprimir a los pecadores y así evitar la violencia que
permanece entre los hombres que siempre están dispuestos al desorden y la
extravagancia... Por todo esto queda muy claro por qué la causa de los
pobres y necesitados es encomendada a los gobernantes; pues aquellos que
son presas fáciles de la crueldad y maldad de los ricos no tienen menos
necesidad de la ayuda y protección de los magistrados que aquella ayuda
que un enfermo recibe del médico. Si la verdad estuviera profundamente
arraigada en las mentes de los reyes y los jueces, que han sido puestos
como guardianes de los pobres, y que una importante parte de esta
responsabilidad consiste en reprimir los hechos perversos que se dirigen
en contra de ellos, y en la represión de cualquier violencia injusta, la
justicia perfecta sería victoriosa en todo el mundo.55 Si bien hay diferencias cruciales entre la "opción preferencial por
los pobres" de la teología de la liberación y la visión bíblica
de Calvino en torno a la "justicia perfecta" —tal vez porque
el siglo XVI y el siglo XXI han trabajado con nociones sustancialmente
distintas de lo que significa una sociedad humana "justa"—
también es cierto que ambas comparten "lugares comunes" pues su
perspectiva de justicia se origina en los mundos del Antiguo y el Nuevo
Testamento. Mientras que la teología de la liberación lucha por alcanzar un
verdadero orden social igualitario, Calvino acepta una rígida jerarquía
social en la que la mayoría son llamados a ser sujetos obedientes y un
pequeño grupo de elegidos son llamados a ser gobernantes benévolos. Y
mientras que algunas teologías de la liberación han llegado al punto de
defender la violencia revolucionaria como un medio para superar la opresión,
Calvino ofrece poco consejo práctica en qué hacer cuando los que no
tienen el poder sufren a causa de la infidelidad de los gobernantes a las
tareas establecidas por Dios. Tal vez por ello Mark Taylor está en lo
correcto cuando sugiere que hay "un error profundo en la base del
sistema calvinista de piedad social" que equipara a la justicia
social con el "buen orden" y, por lo tanto, excluye a aquellos
que están fuera del "orden dominante de las cosas".56
Sin embargo, no se puede negar que en la Ginebra del siglo XVI los pobres
estuvieron al frente de las preocupaciones de Calvino al ordenar la vida
política y eclesial. Si bien resulta tentador identificar algunos
intentos sistemáticos por construir y perpetuar algunas estructuras
sociales con sospecha postmoderna, la teología reformada contemporánea
debe recordar que a pesar de una mente enfocada al orden (will-to-order),
Juan Calvino no evade la demanda de la Escritura de buscar la justicia
aunque esto implique para nosotros un alto costo. Un análisis de cómo la
Palabra de Dios —principalmente por medio de la predicación profética—
exhorta, juzga y continuamente reforma la vida pública a favor de los
pobres e indefensos, constituye un antídoto a las manifestaciones más
"represivas" de la tradición reformada. La comprensión de Juan Calvino en torno a la predicación comienza con
un exhaustivo trabajo exegético del Antiguo Testamento, subrayando
particularmente a los profetas que hablan con la voz y autoridad de Dios:
"La palabra que sale de la boca de Dios sale de igual forma de la
boca de los hombres; pues Dios no habla abiertamente desde el cielo,
pero se sirve de los hombres como sus instrumentos para que por
medio de ellos su voluntad sea conocida".57
La predicación es tan vital para la iglesia que "nosotros debemos
ser afectados por ella, siempre que él (Dios) hable por medio de sus
siervos, como si estuviera cerca de nosotros, cara a cara".58
La predicación tiene un propósito doble, por un lado, revelar la
voluntad de Dios y, por el otro, proveer una oportunidad para que los
creyentes demuestren su obediencia: Y del mismo modo que no envió ángeles al pueblo antiguo, sino que les
suscitó doctores que hiciesen de verdad entre ellos el oficio de ángeles,
así también ahora Él nos quiere enseñar por medio de otros hombres. Y
como entonces no se contentó con sola la Ley, sino que puso a los
sacerdotes e intérpretes de la misma, por cuya boca el pueblo conocía el
verdadero sentido de la Ley; así ahora no sólo quiere que cada uno la
lea atentamente en particular, sino que también nos da maestros y
expositores que nos ayuden a entenderla. Todo esto nos reporta un doble
provecho, pues por una parte es un buen modo de probar la docilidad de
nuestra fe, al escuchar a sus ministros como si fuese Él mismo quien
hablase; y por otra, tiene en cuenta nuestra flaqueza al hablar con
nosotros por medio de intérpretes que son hombres como nosotros, y así
atraernos, en lugar de tronar en su majestad y hacernos huir de Él.59 Un punto central de la eclesiología de Calvino es que hemos sido
llamados a vivir en comunidad como un cuerpo, nutridos por la iglesia
madre a través de la predicación de la Palabra y en obediencia fiel a
aquellos que han sido llamados a dirigir a la iglesia. Si bien afirma el sacerdocio de los creyentes, Calvino reconoce que hay
distintas vocaciones en el cuerpo y enfatiza, por lo tanto, la importancia
de la predicación. Sin embargo, es pronto en recordar a los Así pues, Cristo es quien habla por medio de la predicación, y la
predicación, el medio por medio del cual Cristo gobierna a la iglesia. En
las palabras del apóstol Pablo, “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en
el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?
¿Y cómo oirán si haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no
fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los
que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!” (Romanos
10:14-15 VRV). En su comentario a la frase del profeta Isaías, “y puso mi boca como
espada aguda” (Isaías 49:2, VRV), Calvino afirma que Cristo ha “sido
puesto por el Padre, no para gobernar al estilo de los príncipes... pero
toda su autoridad consiste en la doctrina, in la predicación de aquello
que él desea que sea cosechado y reconocido; pues en ninguna otra parte
él será hallado”.61
Jesucristo, por medio de sus ministros en la tierra, ejerce el poder y la
autoridad sobre la iglesia y el mundo. Y, sin embargo, “para la iglesia
la espada puesta en nuestras manos es de otro tipo, es la de la palabra y
el Espíritu”.62
Al recordar la discusión de Calvino en torno al gobierno civil, específicamente
a su afirmación de que el poder de la espada es otorgado (por Dios) a los
gobiernos temporales a causa del pecado humano llegaremos a la conclusión
de que “la iglesia no tiene el poder de ejercer coerción, y no debería
buscarla (estoy hablando de coerción civil), pues es la responsabilidad
de los reyes y príncipes piadosos sostener la religión por medio de
leyes, edictos y juicios.”63 La espada de Cristo es la Palabra predicada, su cetro es el Evangelio.
Por ello no debe sorprendernos que la predicación estaba en el centro de
las actividades de Calvino en Ginebra. Su ardua y prolongada relación con
el Consejo y el Consistorio de Ginebra sirve de modelo para visualizar cómo
la iglesia porta la espada espiritual. Del sucesor de Calvino en Ginebra,
Teodoro Beza, percibimos el tenor de Calvino como pastor y maestro: Además de predicar todos los días de semana a semana, usualmente y tan
frecuentemente como le era posible, predicaba dos veces los domingos; daba
clases de teología tres veces a la semana, compartía reflexiones en el
consistorio y dictaba una conferencia entera en la Escritura. Este
programa lo siguió sin interrupción todos los días hasta su muerte
inclusive en su período de extrema enfermedad.64 Juan Calvino sirvió a una parroquia mucho más grande que la mayoría de
iglesia modernas y con un horario de predicaciones mucho más demandante.
Además de sus responsabilidades en la predicación, Calvino también
instituyó “congregaciones” semanales para los demás ministros de
Ginebra, esto con el propósito de proveer instrucción en la exégesis de
la Escritura y en la doctrina: ...será necesario que todos los ministros, a fin de conservar la pureza
y la unidad en torno a la doctrina entre ellos mismos, se reúnan un día
de la semana para la discusión de las Escrituras; nadie debe eximirse de
esto sin una excusa legítima... En relación a aquellos que predican en
las villas, a lo largo del territorio, serán exhortados a venir tan
frecuentemente como les sea posible.65
Los frutos de su trabajo permanecen en la forma de la Institución en sus
varias ediciones, comentarios en casi todos los libros de la Biblia,
numerosos tratado teológicos, correspondencia pastoral y cuarenta y
cuatro volúmenes de sermones. Más de 2,000 sermones fueron escritos a
manos, principalmente por Denis Raguenier, un escriba profesional
contratado en 1549. Sin embargo, los estudiosos en la materia firman que
Juan Calvino predicó más de 4,000 sermones en su vida. Indudablemente, durante su largo caminar, la predicación de Calvino
constituyó un desafío a los políticos ginebrinos.
De hecho, Calvino (junto con sus asociados Farel y Couralt) fue expulsado
de Ginebra por combinar la política y la religión. En marzo de 1538
Calvino fue amonestado por referirse al Consejo de la ciudad como “un
consejo del demonio”, y él y Farel recibieron la orden de no
“inmiscuirse en las funciones públicas.”66
A lo largo de la carrera de Calvino en Ginebra sus luchas con el Consejo
se centraron en el asunto de la independencia de la iglesia del gobierno
temporal, específicamente en lo relacionado a la prohibición y readmisión
a la Cena del Señor. Durante sus primeros años, antes del exilio de
1538, Calvino era inflexible en requerir que todos los ciudadanos de
Ginebra juraran una confesión de fe escrita por Farel. El registro del
Consejo contiene evidencia de la negativa de los ciudadanos y numerosas
menciones de los esfuerzos que se hicieron para persuadir a la gente a
aceptar la confesión. Pero fue en 1538 cuando Calvino y sus colegas
pastorales llevaron el asunto al clímax cuando decidieron negar la Cena
del Señor a todos aquellos que no suscribieran la confesión. El Consejo
se mantuvo firme en contra del derecho unilateral de los pastores de
emitir prohibiciones y, en consecuencia, decidió imponer reformas litúrgicas
sin informar a Calvino, Farel y Corault, solicitando que éstos celebraran
el sacramento en la mañana del domingo de Resurrección de acuerdo con el
nuevo orden. Si los pastores se hubieran negado se les hubiera prohibido
que predicaran en la mañana de Resurrección. Calvino y sus colegas se negaron y procedieron a explicar en sus
predicaciones por qué administrar el sacramento bajo estas condiciones lo
hubiera profanado. Por esto el Consejo despidió a los tres predicadores y
les ordenó que abandonaran la ciudad en un lapso de tres días.
Tiempo después, tras los cambios en el clima político, Calvino fue
llamado a Ginebra como predicador. En 1541 regresó a Ginebra para
continuar con sus luchas por la reforma eclesiástica y política, firme
en su convicción de que sólo la iglesia tiene el derecho de la excomunión.
Sus nuevas Ordenanzas Eclesiásticas (1541) instituyeron la elección de
un consistorio integrado por pastores y laicos, y cuyas funciones incluían
mantener la pureza de la iglesia: Los ancianos, como ya se dijo, deben reunirse una vez a la semana con los ministros, es decir en la mañana del jueves, para ver que no halla desorden en la iglesia y para discutir los remedios necesarios. En virtud de que no tienen autoridad o jurisdicción, esperamos que los magistrados se sirvan instruir a alguno de sus oficiales para llamar a cuentas a aquel que quieran amonestar. Si alguien se rehúsa a comparecer, entonces deberán informar a los magistrados para e oportuno remedio.67 Sin embargo, las ordenanzas no clarifican quién en realidad tiene el
poder de excomulgar y readmitir –el Consistorio o el Consejo.
Eventualmente Calvino obtuvo la aprobación de su orden eclesial, pero
antes de ello se hicieron importantes cambios al texto de Calvino. Uno de estos cambios fue el artículo adicional insertado en torno al
derecho del Consistorio de ejercer la prohibición: Todo esto deberá ser de tal forma en que los ministros no tengan
jurisdicción civil y que tampoco utilicen nada sino la espada espiritual
de la Palabra de Dios, tal y como Pablo les encomienda; el Consistorio
tampoco debe derogar nada de la autoridad de los Señores o de la justicia
ordinaria. El poder civil deberá permanecer inalterado. Aun cuando halla
necesidad de imponer algún castigo u obligación, los ministros con el
Consistorio, después de haber escuchado a las partes y haber empleado las
exhortaciones y amonestaciones que convinieren, deben reportar el caso
completo al Consejo para que éste emita la sentencia y el juicio de
acuerdo con las necesidades del caso.68
La lucha sobre el poder de readmitir a los miembros a la Cena del Señor
continuó por muchos años. El Consistorio prohibía a alguien la Cena y
lo mandaba al Consejo para recibir su sentencia civil. El Consejo a su vez
escuchaba el reporte del Consistorio, declaraba la sentencia y la multa y
asumí que automáticamente la persona sería admitida a la comunión con
la iglesia. Calvino y los demás pastores disintieron argumentado que los
excomulgados deberían presentarse otra vez ante el consistorio para
percatarse del genuino arrepentimiento. Entonces, y sólo entonces, serían
readmitidos a la Cena, sin importar en esto la decisión de la corte civil. Juan Calvino enfrentó gran oposición sobre el derecho a emitir
prohibiciones, y en esto y otros asuntos el Consejo cuestionó el
contenido de su predicación en numerosas ocasiones porque “con gran cólera
(él) predicó que el magisterio permite muchas insolencias. Calvino recibió la orden de presentarse ante el Consejo para explicar
sus predicaciones y para remitir las presuntas insolencias a la autoridad
a fin de proceder a hacer justicia.”69
La lucha de Calvino por establecer la independencia de la iglesia del
Consejo es un ejemplo de cómo él empleó la predicación como un medio
para promover la reforma social. En su vocación como pastor y maestro
Calvino aceptó que la iglesia tiene algunas obligaciones hacia el estado.
Primero, los cristianos deben orar por el gobierno civil y someterse a su
legítima autoridad. Nunca, a lo largo de sus muchos desacuerdos con las
autoridades civiles de Ginebra, Calvino aprobó la rebelión. (aunque,
como se ha demostrado, Calvino permite la posibilidad remota de una rebelión
legítima en contra de gobiernos represivos, pero sólo cuando tal
resistencia es encabezada por los magistrados menores cuya función es
proteger las libertades del pueblo.) En segundo lugar, la iglesia tiene el deber de animar al estado a
defender a los pobres e indefensos de los ricos y poderosos. La iglesia de
Ginebra luchó en contra de la usura, el desempleo, la enfermedad y toda
forma de injusticia económica , en gran parte porque Juan Calvino predicó
el Evangelio sin diluir su mensaje. En virtud de que los magistrados, como
cualquier otro miembro del cuerpo de Cristo, están sujetos a la enseñanza
y disciplina de la iglesia, hay una clara expectativa de que sus políticas
públicas sean criticadas desde el púlpito: “La opresión emite un
grito suficientemente fuerte; y si el juez, sentado en la torre, se hace
el que no oye, es amonestado de que tal complicidad no escapará
impunemente”.70 Finalmente, la iglesia debe amonestar al estado cuando actúa
injustamente. Del profeta Amós (un favorito de los teólogos de la liberación), que
dice, “Oíd esto, los que explotáis a los menesterosos, y arruináis a
los pobres de la tierra, no me olvidaré jamás de todas sus obras” (Amós Pero como la mayor culpa la tienen los líderes, esta es la razón por la
que los profetas los trataron con dureza y severidad: mucha de la gente
común se desvía por torpezas o ignorancias o porque son llevados por
otros, pero los que gobiernan pervierten lo que es justo y derecho, y
luego se convierten en los que originan todo tipo de libertinaje. No debe
sorprendernos que el Señor por medio de sus profetas se dirija tan
duramente en contra de ellos. El ministro, como la “boca de Dios”, debe hablar en contra de toda
injusticia y exhortar a los magistrados a desarrollar con equidad y
misericordia las tareas dadas por Dios. Calvino demuestra así que quería
una iglesia libre del control del estado, no porque él fuera un megalomanía
tico queriéndose establecer como “obispo de Ginebra” (tal y como
algunos críticos modernos han sugerido), pero por el simple hecho de que
—para mantener la pureza de la doctrina— la iglesia necesita la
libertad para predicar la Palabra de Dios en criticismo profético hacia
el estado. Calvino portó la espada espiritual con gran finura y logró así
persuadir a sus políticos opositores por la verdad y rectitud de la
Palabra predicada, siempre bajo la convicción de que ambos, la iglesia y
el estado, existen bajo el señorío de Cristo. LA PRAXIS PASTORAL DE CALVINO Todo asunto teológico tiene también una dimensión ética. La pregunta
teológica (¿quién es Dios?) es inseparable de la pregunta (qué hacer),
un punto bien definido por Gustavo Gutiérrez en su libro Teología de la
liberación. Perspectivas, considerado el más importante de América
Latina en el campo de la teología de la liberación. En esta obra Gutiérrez
afirma que la teología (hablar de Dios) constituye un “segundo
momento”, es decir, hay un “primer momento” que antecede a cualquier
formulación teológica y que tiene que ver con el lenguaje silencioso de
la espiritualidad cristiana, la oración, la liturgia y la El aspecto más importante de la teología de la liberación es que al
formular su teología adopta la perspectiva de los pobres y débiles como
punto de partida. Los teólogos de la liberación no se acercan al texto
con cierta noción abstracta de una opción preferencial por los pobres
que luego identifican con el texto; al contrario, se acercan al texto como
los pobres (o como los pastores y teólogos que sirven a los pobres) y
encuentran dentro del texto mismo las buenas nuevas para los pobres (Lucas
4:18). La teología de la liberación hace una opción preferencial a
favor de los pobres y débiles porque en las Escrituras Dios instituye
esta opción preferencial. Gutiérrez identifica tres niveles
interrelacionados o dimensiones de la liberación: (1) liberación de las
estructuras socioeconómicas opresoras, (2) liberación En un sermón sobre 2ª de Samuel 8:9-18, Calvino exhorta a todos los
creyentes, no sólo a los magistrados cristianos, “a mantenernos tan
firmemente opuestos al mal como podamos. Este mandamiento es dado a todos
y no sólo a los príncipes, magistrados y oficiales de la justicia, sino
a todos los particulares también”.75
La Escritura deja claro que como cristianos hemos sido llamados a sufrir
persecución por la causa de la justicia. Para Calvino dicho sufrimiento
es incluso una fuente de gozo, pues “somos muy ingratos si no
enfrentamos voluntaria y Ginebra era una ciudad pequeña, con una población estimada de 10,000 en
1537 y de hasta 21,400 en 1560. La primera ola de inmigración en
1542 ( más o menos 5,000 refugiados franceses que huyeron de la persecución
política) generaron crecimiento en la pobreza, el crimen, el desempleo y
la xenofobia. Los líderes eclesiásticos y civiles de Ginebra tuvieron
que enfrentar las consecuencias de la ruptura con la iglesia romana. Además,
el deterioro del orden social medieval generó nuevas realidades
culturales, políticas y económicas que ni la iglesia ni el estado
estaban preparados para enfrentar.77
En virtud de que la teología de Calvino nació en un contexto de
persecución política, pobreza extrema y sufrimiento de los inocentes
—una situación social análoga a los esfuerzos liberadores en América
Latina— es tentador juzgar la praxis de Calvino de acuerdo con los estándares
actuales de cuidado pastoral. Y aunque las responsabilidades pastorales de
Calvino eran altamente demandantes, sus actividades consistían
fundamentalmente en la predicación y la enseñanza. Calvino no fue un
trabajador social, un activista político o un consejero, trabajos que el
pastor contemporáneo tiene que hacer con frecuencia, y, sin embargo,
Calvino estuvo íntimamente involucrado en la reorganización del orden
eclesial y la liturgia, en la reorganización del orden social de la
ciudad para satisfacer las necesidades de los pobres e indefensos, en la
defensa de la autonomía de la iglesia de cualquier abuso del gobierno
temporal y en mantener la educación religiosa y la pureza doctrinal de
los creyentes. De acuerdo con Calvino, además de la predicación y la enseñanza, el
cuidado pastoral es definido en primer lugar como el cuidado de los pobres
y los enfermos. Por ello la iglesia de Ginebra estableció varias instituciones y prácticas
encargadas de velar por el bienestar de los enfermos y discapacitados. De
estas instituciones la más notables es la del diaconado, establecida por
Calvino como un ministerio permanente de la iglesia. Los diáconos
constituyen el ministerio de la iglesia al mundo sufriente, son
responsables de recaudar y administrar los recursos para este propósito y
para el cuidado de los necesitados. En las Ordenanzas eclesiásticas
Calvino explica la división del trabajo en el diaconado: “Siempre hubo
dos tipos (de diáconos) en la iglesia antigua, los encargados de recibir
los bienes para los pobres, no sólo las limosnas diarias, sino
también las posesiones, las rentas y pensiones y, los encargados de
atender y cuidar a los enfermos y administrar las partidas para los
pobres”.78
El orden en la iglesia de Calvino buscaba además que los
hospitales públicos adoptaran una organización similar a la de la
iglesia mediante la inclusión de procuradores y capellanes; se pedía
además que los pastores supervisaran los programas No sólo se proveía para los necesitados de Ginebra. Para poder hacer
frente a las necesidades de los refugiados protestantes que abandonaban
los dominios católico romanos, fue necesario crear un fondo de ayuda para
los extranjeros conocido con el nombre de Bourse francaise. Aunque
las instituciones de beneficencia de Ginebra estaban organizadas para
ayudar a aquellos que estaban en un estado de enfermedad o incapacidad y
que no tenían forma de ser autosuficientes, la mayoría de la ayuda era
temporal y buscaba la independencia de los beneficiados: Parece ser que la meta de los diáconos era que los refugiados se
recuperaran tanto pronto como fuera posible. Para ello se les proveía de
habitación temporal, ayuda por un breve lapso y entrenamiento laboral
cuando era necesario. Los diáconos pagaban las herramientas y algunas
materias primas para que los artesanos pudieran trabajar... Tales
inversiones relativamente modestas podían hacer que la gente fuera
independiente con un desembolso menor, y como además se preferían los préstamos
y no los donativos, los diáconos podían recuperar parte de los
desembolsos.80 Además de estas acciones benefactoras inmediatas, Juan Calvino decretó
la obligatoriedad de la educación primara para los niños y niñas de
Ginebra, promovió la educación secundaria para niños y niñas y fundó
lo que llegó a ser la Universidad de Ginebra. Sin embargo, los liberacionistas contemporáneos encuentran algunas
fallas en las reformas sociales de Calvino. La sección de las Ordenanzas
eclesiásticas que se ocupa del ministerio de la iglesia hacia los pobres,
termina con una advertencia en contra de la mendicidad pues “es
contraria al buen orden”.81
Este énfasis en el “buen orden” ha generado la crítica de que “las
denominaciones clasemedieras añaden desarrollan organizaciones sobre
organizaciones para satisfacer las necesidades de los desordenados y
desheredados, y lo que en realidad se consigue es reforzar la distancia
entre la iglesia clasemediera y las iglesias de los desheredados”.82
Es cierto, la piedad social basada en la teología de Calvino subraya la
importancia del buen orden, pero no con un afán oculto de excluir o
marginar a los “desheredados” como Taylor y Wolterstorff sugieren. Más
bien, el rígido acercamiento sistemático a la beneficencia social
demostrado en el orden eclesial de Calvino es la consecuencia lógica de
la implementación voluminosa de reformas sociales en respuesta a la
agitación social y el abundante sufrimiento humano. Un análisis más
cuidadoso de la correspondencia de Calvino desenmascara el lado
humano de un ingeniero social anti-mundano (world-repressive) que luchó,
frecuentemente sorteando grandes dificultades, por crear condiciones de
estabilidad y paz para Ginebra. La correspondencia de Calvino revela a un pastor que tomó el tiempo para
escribirle a prisioneros políticos y refugiados para ofrecerles consuelo,
ayuda material, consejo y su voluntad de interceder por ellos ante las
autoridades. En 1545, cuando las víctimas francesas de la persecución
real buscaron refugio en Ginebra, Juan Calvino desempeñó un papel
crucial en convencer a las autoridades civiles de Ginebra para que éstas
no sólo les dieran protección sino les proveyeran medios para la
subsistencia.83
La carta a Farel del 4 de mayo de 1545 es otro ejemplo de cómo Calvino
asumió la defensa política. En esta carta Calvino pide consejo de cómo
ayudar a los protestantes perseguidos de Provenza: ...uno de ellos ha regresado con la triste noticia de que varios pueblos
han sido consumidos por el fuego, la mayor parte de los ancianos murieron
en el fuego, algunos fueron asesinados a espada, otros fueron abandonados
a su suerte, y que tal ha sido la crueldad salvaje de estos perseguidores,
que ni siquiera las jovencitas, ni las mujeres embarazadas, ni los bebés
fueron perdonados... Al escuchar esta tragedia de muerte, y considerando
lo que debe hacerse, pareció bien a los hermanos (ministros de Ginebra)
en primer lugar enviar a usted un mensajero con una carta para
encomendar la causa de todas las iglesias a los ministros y, en segundo
lugar, que solicitemos las recomendaciones del Consejo (de la Ciudad de
Ginebra) porque nosotros mismos no sabemos con claridad qué medidas
tomar. La opinión del Consejo fue que yo personalmente debiera ir a las
iglesias suizas (como embajador de la gente de Provenza). Por lo tanto mañana mismo emprenderé el viaje... Tan pronto como pueda,
pediré al Senado que me conceda audiencia ante el Consejo.84 Los esfuerzos de Calvino por liberar a los presos políticos no siempre
tuvieron éxito, este es el caso por ejemplo de los cinco
estudiantes de teología presos en Lyons muertos en la hoguera
en 1553. Sin embargo, sus cartas pastorales no sólo buscaban proveer
consuelo a los prisioneros, sino también alabar el testimonio de los mártires
protestantes. Esto se evidencia en una carta de apoyo dirigida a Liner, un comerciante
protestantes que hacía esfuerzos por liberar a los cinco prisioneros de
Lyons: Piensa, además, cuántos nobles hermanos glorifican a Dios por lo que
estás haciendo; ellos se escandalizarían si alteraras tu camino. Y en
cuanto a los peligros que enfrentas, confío que pronto pasarán. Los hermanos por los que tanto has hecho se sienten de tal manera
endeudados contigo, que si estuvieran libres, lejos de traicionarte
cobardemente, ellos se expondrían a la muerte misma por tu causa... Mantén
el buen ánimo en tu santa tarea, pues en ellas no sólo sirves a Dios y a
sus mártires sino también a toda la iglesia.85
Después de leer estas cartas queda claro que para Juan Calvino la vida
cristiana no está libre de las luchas y la aflicción. Al contrario, la
gracia de Cristo llega a nosotros en medio de las pruebas de la vida, y CONCLUSIÓN Los
teólogos de la liberación han reconocido desde hace mucho tiempo que
toda teología es contextual e inevitablemente entrelazada con los
intereses y deseos de una cultura o clase social en particular. La crítica
del presbiterianismo brasileño desarrollada por Rubem Alves en
Protestantism and Represión describe cómo los líderes de la iglesia
negocian la misión de la iglesia a cambio de intereses políticos. Sin embargo, su análisis ofrece pocos lineamientos prácticos para
aquellos protestantes, que dentro del contexto de América Latina, buscan
un cristianismo que se involucre social y políticamente. De acuerdo con
Alves, la única manera de combatir al “protestantismo de
doctrina-derechista” es abrazando la duda y limitando las afirmaciones
teológicas que dicen poseer la verdad: “Aquellos que ya poseen la
verdad están predestinados a ser inquisidores. Aquellos que tienen dudas
están predestinados a la tolerancia y tal vez a ser quemados en la
hoguera. Es por ello que sólo veo una salida. Debemos rechazar consciente
y deliberadamente a la verdad y a la certeza antes de que ellos se
posesionen de nosotros.”87
Pero hay otra salida... una alternativa a la versión del protestantismo
reformado/calvinista dominante de Brasil; para ello es necesario regresar
a las fuentes mismas de la tradición. Se ha demostrado cómo la teología y la práctica pastoral de Calvino
buscaron crear una sociedad justa y equitativa fundada en su entendimiento
del Evangelio de Jesucristo. Dado que los métodos de Calvino reflejan una
rígida sociedad jerárquica enclavada en el último período de la Europa
medieval y los primeros años de la Europa moderna, sus esfuerzos a favor
de los pobres y oprimidos pueden parecer paternalistas. Afortunadamente no todo aspecto del orden instituido por Calvino para la
vida de la iglesia y la sociedad es esencial a la teología reformada. Lo
que sí es esencial es la fidelidad a la Palabra de Dios cuando se trata
de definir la eclesiología y la misionología. Elsie Anne McKee subraya que la virtud más grande de Calvino fue su
determinación de ser fiel a la autoridad única de la Escritura, dejándose
instruir por toda ella sin evitar textos inconvenientes. El mensaje que
Juan Calvino encuentra en la Escritura es congruente con la afirmación
fundamental de la teología de la liberación —que Dios se manifiesta en
el mundo a fin de liberar a los pobres y oprimidos, haciendo así que la
liberación histórica sea una dimensión necesaria de la salvación— al
grado que Calvino entiende la vida cristiana como un llamado a sufrir por
la causa de la justicia (Institución 3.8.7). En la Ginebra del siglo XVI, el llamado de Cristo a ministrar al pobre,
al enfermo, al huérfano, a la viuda, al refugiado y al prisionero esta
integrado significativamente a la vida de la iglesia y legislado por la
ley civil. En la América Latina del siglo XXI, la teología de la
liberación puede transformar el carácter del protestantismo si
ayuda a los pastores y a los laicos a redescubrir el compromiso
reformado/calvinista de la praxis social transformadora. Así que, aunque
siempre habrá que estar conscientes de que la tradición reformada en
ocasiones ha empleado su teología para legitimar la opresión, la iglesia
debe, sin embargo, abrir brecha valientemente hacia la arena pública,
confiados que Calvino ya anduvo ese camino; pero lo que es más
importante, con el conocimiento seguro de que Cristo 49 Ibid, 1.1.1 50
Ibid,
1.1.2 51
Ibid,
2.16.3 52 Ibid, 1.6.1 53 Ronald S. Wallace, Calvin’s Doctrine of the Word and Sacrament.
(Eugene, Wipf and Stock Publishers, 1982, reprint 1997), p. 83. 54 Elsie Anne McKee, “Exegesis, Theology, and Development in Calvin’s Institutions: A Methodological Suggestion,” en Probing the Reformed Tradition: Historical Studies in Honor of Edward A. Dowey, Jr. ed. Elsie Anne Mckee and Brian G. Armstrong (Louisville, Westminster/John Knox Press, 1989), p. 155. 55 Calvin, Calvin’s
Commentaries, vol. V, 332 (Psalm 82:3). (60) Calvin, Calvin’s
Commentaries, vol. XV, p. 630 (Malachi 4:6). 56 Taylor, “Immanental and Prophetic,” pp. 155-156. 57 Calvin, Calvin’s Commentaries, vol. VIII, p. 172 (Isaiah 55:11). 58
Calvin,
Calvin’s Commentaries, vol. XV, p. 343 (Haggai 1:12). 59
Calvin,
Institutes 4.1.5. 60
Calvin, Calvin’s Commentaries, vol. XV, p.
630 (Malachi 4:6). 61 Calvin, Calvin’s Commentaries, vol. VIII, p. 9 (Isaiah 49:2). 62 Calvin, Calvin´s Commentaries, vol. VI, p. 316 (Psalm 149:9). 63 Calvin, Institutes 4.11.16. 64 T. Beza, L´historie de la vie et mort de Calvin (1565), OC 21, col. 33, cit. por Cottret, Calvin: A Biography, pp. 288-289. 65
John Calvin, “Draft Ecclesiastical
Ordinances (1541),” en John Calvin: Selections from His Writings.
Ed. John Dillenberger (Missoula, MT: Scholars Press, 1975), p. 231. Esta
práctica se incluyó por primera vez en 1541 y sen mantuvo en las
ordenanzas de 1561. 66 Amédée Roget, Historie du people de Geneve, 7 vols. (Geneva, Switzerland: J. Jullien, 1870-83), vol. I, pp. 86-94. Cit. por W. Fred Graham, The Constructive Revolutionary: John Calvin and His Socio-Economic Impact. (Richmond, John Knox Press, 1971), p. 60, descripción precisa de las circunstancias que originaron el exilio de Farel y Calvino tomada directamente de los registros del Consejo. 67 Calvin, “Draft Ecclesiastical Ordinances (1541),”, p. 241. 70
Calvin,
Calvin´s Commentaries, vol. V, 332 (Psalm 82:3). 73 Ibid, xxxviii. 74 Ibid, p. 76. 75 John Calvin, Sermons on 2 Samuel: Chapters 1-13. Trad. Douglas Kelly (Carlisle, The Banner of Truth Trust, 1992), p. 419. 76
Calvin, Institutes
3.8.8. 77
Para un recuento más completo sobre la situación
social de Ginebra en el siglo XVI véase Graham, The Constructive
Revolutionary, pp. 97-115; Cotrret, Calvin, pp. 157-181; Benedict,
Christ´s Churches Purely Reformed, pp. 93-109; y Elsie Ann McKee,
Diakonia in the Classical Reformed Tradition and Today. (Grand Rapids,
MI: William B. Eerdmans Publishing Company, 1989), pp. 47-60. 78 Calvin, “Draft Ecclesiastical Ordinances (1541),” pp. 235-236. 80 Ibid, p. 39. 81 Calvin, “Draft Ecclesiastical Ordinances (1541),” p. 237. 82 Taylor, “Immanental and Prophetic,” p. 156. 83 Para un panorama de la defensa de Calvino a favor de los refugiados franceses véase Graham, The Constructive Revolutionary, pp. 97-115; y Olson, Calvin and Social Welfare, pp. 29-36. Para traducciones de la correspondencia pastoral de Calvino y la defensa a favor de la justicia para las víctimas de la persecución política, véase John Calvin. Writings of Pastoral Piety. Ed. y trad. Elsie Anne McKee (Nueva York, Paulist Press, 2001), pp. 315-332. 84 Calvin, Writings on Pastoral Piety, pp. 317-318. 85 Ibid, p. 323. 86 Calvin, Institutes, 3.8.7. 87
Alves, Protestantism and Repression, p. 206. |